martes, 22 de mayo de 2012

Simplemente Don Segundo





Muchos años han pasado desde que mi pensamiento anidó en algún lugar los recuerdos de la juventud, los cuales afloran cuando menos se piensa, …salidas del liceo y a caminar por avenida Playa Ancha entre los desordenes de los compañeros de curso, bromas, empujones y risas a flor, todo para llegar al lugar de “encuentro”, lo asientos de la plazoleta, ….entre visiones de todos los días puedo apreciar las idas de algunas personas subiendo por Avenida Quebrada Verde, otras de compras en alguna botica, las variadas fotografías en blanco y negro en el recordado negocio Lizona, y así de un cuanto hay, todo por dejar pasar las horas inertes y hacerles el quite de llegar a casa, pero siempre me llamó la atención el viejo puesto de diarios, y el antiguo señor que vendía sus diarios, hombre de gran porte, sesentón de cara muy triste y su disminuido caminar, todos los días en su quehacer repetitivo ofreciendo sus ventas, (recuerdo que alguien me dijo que en esa plazoleta hubo una gran casona), el punto de encuentro también lo era ese puesto, donde se podían comprar algunas calugas baratas, y también comprar las láminas de algún nuevo álbum que se encontraba de moda, fue ahí donde también compré muchas figuras que se recortaban que servían para alguna clase de biología o de botánica, las famosas láminas que se cambiaban entre otras cosas para disfrutar los recreos , o el intercambio de algunos repetidos, …..Todo sucedía en esos días donde todo era de un pasar inolvidable, hasta los aromas de los arbolitos del liceo que quedaban impregnado, aún puedo reconocer su aroma. Las gloriosas aventuras de algún espadachín o héroe de moda pasaron de revista en revista, asimismo el recuerdo de los famosos libros de empastes que algún profesor que se me viene a la memoria nos pedía para su clase, tardes de aburrimiento buscando revistas antiguas, generalmente eran empastes de revistas añejas de fútbol. El arte y el oficio de coser a mano cada una de esas revistas con una buena aguja grandota, y además con un buena pita pasada por cera o vela, y un buen pegamento o cola derretida. Los años del encuentro con los detalles podría llamarse, todo era un acontecimiento, un descubrir.
Así hoy al rememorar esos detalles que a más de alguno les hizo caer una lágrima, o encontrar en algún lugar olvidado esa revista que leyó que fue prestada por algún compañero de curso que ya no está. Viejos envoltorios de dulces que fueron el disfrute de tardes o mañanas heladas, nuestros pequeños apegos, que siempre nos acompañaran. Esta narración se la dedico con mucho cariño a Don Segua, que muchos conocieron.

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