domingo, 28 de julio de 2013

Desde la otra Vereda




Pasos adelantados por una calle playanchina, hicieron que este habitante sin darse cuenta al pasar entre dos señoras que conversaban algo escuchara, ....simplemente una le decía a la otra, el tiempo solo arregla las cosas y sino hay que pasar por la otra vereda, éstas simples palabras rebotaron en los oídos de este transeúnte, miraba a su alrededor y se trastrocaron algunas ideas que arrastraba en su cabeza. Meditabundo al atardecer camino a su casa, y que al llegar le siguieron dando vueltas estas simples palabras que había escuchado, pero que se relacionaban directamente con algún suceso que había ocurrido, fue así como esa noche mientras descansaba en su cama, solo miraba el techo de la habitación, afuera ladraban algunos perros y aún se sentía algún pequeño ruido del puerto que entraba por alguna ventana entreabierta.
Que verdades se decía, algo tan complejo que había sucedido en su vida, hoy escuchaba la solución a viva voz sin querer en la calle, esto le cambiaría la perspectiva de su vida y de sus ideales, este hombre había pasado su vida de quebrantos entre las dudas, calamidades e incertidumbres que cada día lo llevaban a menoscabarse. Durante los días que vinieron y ya al encuentro con alguno de sus amigos les hizo la misma reflexión que había escuchado, y que estaba muy feliz de haber encontrado solución a algo que pesaba y atormentaba durante años. La vida reflexionó es misteriosa y muestra sus tentáculos a veces, o en otras nunca nos muestra la parte oscura, todo es felicidad, estos secretos que solo están escritos en el cielo y que todas las personas desconocemos, curiosa forma, la vida se muestra tal como es y en ocasiones muy discreta pero arrogante en otras. Similitudes como estas llevan todos los parroquianos que se nos cruzan en las calles y avenidas de nuestro cerro, cada ser es un libro desconocido que en ocasiones nunca abriremos, solo podemos leer nuestras hojas antiguas, pero los capítulos que vienen también están en la incertidumbre. Entonces algo muy cierto de esta narración, aparta tus pasos de la inefable caída, y camina por el sendero recto y confiable, solo así llegas a puerto seguro.

martes, 16 de julio de 2013

Vacaciones de Invierno






Durante muchos años pasé mis vacaciones en diferentes partes, pero la espera que llegaran prolongaban la espera y hasta sentía una inusitada ansía, pero de todos los lugares que visité, recuerdo en especial la de las estadías en casa de mis abuelos, a penas un niño que quería verlo todo y saltar todo un día sin parar. Las apreciaciones de la vida cuando se es niño son diferentes, los lugares, los tamaños, las horas del día, etc. Pero las añoradas visitas a otro barrio lo hacían diferente, la malcrianza que me daban y las tardes de juegos con otros amiguitos que conocía en diferentes juegos. Afuera la vida seguía igual, tardes oscuras de invierno, y a veces lloviznas que hacían caminar más prisa a las personas. Por esos días solo la nostálgica radio hacía despertar mi imaginación en los relatos de algunos programas, pero eso no me preocupaba. Las salidas a comprar a algún almacén del barrio con la libreta en la mano y en un papel anotado lo que tenía que traer, que días, hasta puedo sentir el olor del pedazo de mantequilla que junto a grandes marraquetas salían calientes. El día pasaba muy lento y no bastaban las llamadas a la puerta requiriendo mi presencia para algún juego. Mis noches de antaño, en sueños que parecían reales, a veces saltaba grandes pasos y me podía trasladar de un lado a otro, míticos y grandes personajes también solían aparecer en frente de mi pesado sueño, y a veces también solía despertarme entre los estruendos de los truenos y relámpagos que iluminaban mi habitación. Mi abuela muy a la usanza antigua preparaba buenos platos y siempre me estaba regaloneando con alguna sorpresa, me recuerdo de las grandes cazuelas o de las soperas que se colocaban en medio de la mesa, buenos postres de leche que eran mi flaqueza. Tiempos playanchinos de otrora que no volverán, solo nos acompañarán los recuerdos, que aún dan vueltas por mi cabeza.