martes, 16 de julio de 2013

Vacaciones de Invierno






Durante muchos años pasé mis vacaciones en diferentes partes, pero la espera que llegaran prolongaban la espera y hasta sentía una inusitada ansía, pero de todos los lugares que visité, recuerdo en especial la de las estadías en casa de mis abuelos, a penas un niño que quería verlo todo y saltar todo un día sin parar. Las apreciaciones de la vida cuando se es niño son diferentes, los lugares, los tamaños, las horas del día, etc. Pero las añoradas visitas a otro barrio lo hacían diferente, la malcrianza que me daban y las tardes de juegos con otros amiguitos que conocía en diferentes juegos. Afuera la vida seguía igual, tardes oscuras de invierno, y a veces lloviznas que hacían caminar más prisa a las personas. Por esos días solo la nostálgica radio hacía despertar mi imaginación en los relatos de algunos programas, pero eso no me preocupaba. Las salidas a comprar a algún almacén del barrio con la libreta en la mano y en un papel anotado lo que tenía que traer, que días, hasta puedo sentir el olor del pedazo de mantequilla que junto a grandes marraquetas salían calientes. El día pasaba muy lento y no bastaban las llamadas a la puerta requiriendo mi presencia para algún juego. Mis noches de antaño, en sueños que parecían reales, a veces saltaba grandes pasos y me podía trasladar de un lado a otro, míticos y grandes personajes también solían aparecer en frente de mi pesado sueño, y a veces también solía despertarme entre los estruendos de los truenos y relámpagos que iluminaban mi habitación. Mi abuela muy a la usanza antigua preparaba buenos platos y siempre me estaba regaloneando con alguna sorpresa, me recuerdo de las grandes cazuelas o de las soperas que se colocaban en medio de la mesa, buenos postres de leche que eran mi flaqueza. Tiempos playanchinos de otrora que no volverán, solo nos acompañarán los recuerdos, que aún dan vueltas por mi cabeza.

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