martes, 2 de marzo de 2010

Horizontes

Es posible advertir en estos días el recambio de los días estivales, que se baten en retirada, aún así los pensamientos ya nos dan vueltas en nuestras mentes, oscuros recuerdos que quisiéramos olvidar o borrarlos de nuestras mentes, nuestra delicada existencia pendiendo de las fuerzas de la naturaleza, nuestros corazones agrietados y adoloridos por tanta ansiedad, pero debemos mirar al horizonte y buscar otra vez nuestras viejas calles y benditos sitios de belleza que aún están ahí y siempre quedarán en nuestras retinas, la belleza de vivir, que pensamiento tan simple, que verdadera felicidad el estar acá, ahora, rodeados de lo más querido, aferrados a nuestros sitios, nuestras casas y barrios, nuestros amigos, la antigua nostalgia playanchina aferrada en lo más íntimo de nuestro ser, diáfanas mañanas de incalculable belleza se asoman, tiñendo de hermosos colores nuestras ventanas que admiran el bello paisaje de nuestra costa, a lo lejos el viaje discreto y silente de las gaviotas en busca de su alimento, despertares adormecidos de playanchinos aferrados a sus sueños, alejándonos cada vez más de la oscura noche que nos aterra a veces, pero el sonido de la calle, y del puerto entra por nuestros oídos desde las ventanas entreabiertas de nuestras piezas y empieza otro día, otro ajetreo, subidas y bajadas de nuestro cerro, laboriosas dueñas de casa se asoman en las puertas de las antiguas casonas, en el ambiente aún flota el rico olor a pan tostado, u otros manjares de algún suculento desayuno porteño. Que alegría pertenecer a ese cerro en particular, el sentir nuestro orgullo en nuestro ser, y caminar con el viento y la brisa y los tibios rayos de sol de la mañana. Todo empieza otra vez, como si burláramos a la naturaleza y todo otra vez a quedado atrás, nuestras batallas escritas en cada rostro de cada persona que pasan por nuestro lado, la estoica y querida mujer de nuestro cerro que siempre sale adelante junto a su grupo y su prole, adelante contra vientos y contra grandes embates, a lo lejos el horizonte despejado otra vez. La vida continua afuera, solo hay que vivirla.