lunes, 10 de septiembre de 2012

Letras de Antaño








Polvorientas estanterías que casi se desplomaban, como queriendose arrancar de las pobres vigas y el papel gastado y desteñido por los años, cientos de libros que siempre vi pero nunca los leí, todos en orden religioso, como sintiendo las palabrerías que aventuraba entrar a esa gran habitación, desde niño colgaron en esas dobladas maderas que se habían encorvado con el peso de los libros, amarillentos algunos y otros con una tapas envidiables. Solo el tiempo transcurría en esa habitación, pero asimismo los años también, la espantosa curiosidad que despertaba la niñez al entrar a esa hermosa pieza que alojaba en su interior bellos y grandes sillones con poderosas coderas que casi tocaban el piso, el color granate de la gran alfombra con una mesa de centro de patas de tigre hacían despertar en tumultuosas noches de invierno y apesadumbrado por las pesadillas y los sueños que allí soñaba. Años pasaron y un día me encontré solo en esa habitación, un silencio absoluto reclamaba a sus antiguos habitantes que ya no estaban o habían partido, anochecía y la penumbra y un sigiloso rayo de luz de un farol de calle entraba por sus ventanales, alumbrando discretamente todo las sombras más fantasmagóricas que vi. Al acercarme a uno de los sofás desgastados, la quietud me llamaba a sentarme en ellos, tal vez para encontrarme con el pasado o con algún recuerdo que se viniera a la mente, cuantos mometos vividos ahí, donde me encontraba, distraidamente miraba la estantería de libros que alguna vez fueron leidos en tardes o noches de insomnio o antes de quedarme dormido, solo recuerdos, solo recuerdos deambulaban y el silencio me hacia trizas mi mente, me acerqué a los libros y los toqué, ahí pude sentir la majestuosidad que invadía y se irradiaban en toda su magnitud como si entraran por mis venas produciendo un estado sensacional, libros que me hablaban y algunos que me decían demasiado. El estado era solemne casi inmortalizado por tanto saber que insignificante pasó por años delante de mí, pero la juventud nostálgica me hacía retornar al lugar, donde alguna vez recorrí con miradas vanas o talvez sin interés, pero que ese día me hacía el personaje más importante, libros de todas las épocas, gloriosos vestigos que pasarían mucha más vida que la misma mia, purísima nostalgia. 

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